Crónicas Electorales IV: Helado de Chocolate, Vainilla y, ¿Combinado?

richie canaya

Crónicas Electorales IV: Helado de Chocolate, Vainilla y, ¿Combinado?

Pasaba el mediodía de aquella trágica jornada en que los cabellos blancos de Manolo Lópes brillaron por última vez. Richie Canaya se había enterado de la noticia muy temprano en el especial que había sacado el New York Times en su versión digital. Fue tal su impresión al ver las imágenes que no pudo terminar de desayunar sus huevos cocidos

Estaba preocupado, y con muy justas razones, sabía que no había ser humano en la faz de la Tierra más sospechoso que él. A fin de cuentas, era su más cercano competidor en las encuestas y a nadie se le olvidaban los dimes y diretes que se habían lanzado mutuamente en cada debate.

Pese al caos que vivía el país, la estrategia que su equipo le ordenó seguir fue vivir el día más convencional posible. El Instituto Electoral había suspendido las campañas momentáneamente, por lo que Richie tenía el día libre y quería ir a recoger a su hija cuando saliera de la escuela. Para su sorpresa, la niña salió con los ojos llorosos y se le rompió el corazón cuando ella esquivó los brazos amorosos de su padre extendidos.

Caminaron en silencio por varios pasos hasta que la pequeña rompió el silencio:

—Papi —dijo conteniendo un sollozo—, la maestra nos contó que el señor que te dice cosas en la tele se murió. ¿Es cierto que tú lo mataste?

—Pero, ¿quién te dijo tal disparate, hija?

—Los niños en la escuela. Ellos te dicen mentiroso mata-viejitos.

—¡Niños mentirosos! Seguro son del RIP.

—¿Qué es eso, papi?

—Es un partido lleno de las peores personas en este país. Dicen mentiras de mí porque saben que pronto tu papá será presidente y nos iremos a vivir a Los Sauces. Nos tienen envidia.

—Yo prefiero regresar a Atlanta, papi. Ahí los niños no me molestaban ni decían cosas de ti.

—Es solo temporal, hija. Recuerda que tenemos que pretender que nos gusta vivir aquí para poder ganar las elecciones.

Padre e hija cruzaron la calle y un automovilista gritó «lava mi coche ya que eres tan bueno en eso, Canaya».

—Papi, yo nunca te he visto lavar un coche, ¿por qué dijo eso ese señor?

—También es del RIP —respondió Richie cortante.

—¿Es amigo de mis compañeros?

—Sí. Todo es culpa del RIP. Pero no te preocupes, pronto estarán en la cárcel, incluido Quique, su líder copetudo.

Richie y la pequeña iban pasando por una librería cuando, de pronto, la niña se detuvo en seco y abrió su mochila.

—La maestra me pidió que llevara un libro para mañana. ¿Podemos comprarlo aquí?

—Claro hija, ¿cómo se llama el libro?

—De Enfrente al Futuro —dijo la niña leyendo con dificultades un papelito que sacó de su mochila.

—¡Ah! ¿Sabes qué, princesa? Creo que ese libro no lo tienen aquí. De hecho, creo que todavía no llega al país.

—La maestra me va a regañar si no lo llevo.

—Yo hablo con ella mañana para explicarle. No te preocupes. Además, ¿no prefieres un helado en vez de un libro?

La niña asintió emocionada sin saber que su padre se había salido de un problema con el más viejo de los sobornos infantiles. Él sabía que ese libro, que él mismo había escrito, en realidad no existía.

El señor de los helados los atendió con mala cara. Mucha gente le tenía resentimiento, algunos por su atrevimiento a cuestionar la impecable trayectoria de Manolo; otros, porque ni siquiera le había oportunidad a su excompañera de partido, Maggie Savala, de competir por la candidatura; y algunos otros, por sus muy cuestionables formas de enriquecimiento a base del manejo de influencias.

La maquinita servía de chocolate y vainilla, el problema era que estaba descompuesta y a veces salía de un sabor y a veces del otro. Por lo que el hombre simplemente les preguntó si querían de la llave derecha o de la izquierda.

La niña eligió la izquierda y su cono se llenó de vainilla. Sonrió satisfecha con su decisión mientras Richie se veía en un dilema muy complejo. No sabía cuál elegir. ¿Por qué no se podían combinados? En Alemania hacían helados mixtos y eran deliciosos. No podía ser muy difícil copiarles. Tras debatirse por varios segundos, decidió no pedir nada para él. Le era imposible decantarse por la derecha o la izquierda.

—¿Cuánto va a ser? —preguntó sacando su cartera.

—400 mil pesos —respondió el heladero con una sonrisa maliciosa.

—¿400 mil pesos por un cono de helado?

—Es correcto. Son helados gourmet. De cualquier forma, ¿qué tanto puede ser para usted? ¿Un mes de su presupuesto cuando mucho? ¿Un pedacito de una de sus naves?

—Esto es insultante e inaceptable. No te voy a pagar eso.

—Bueno, pues llamemos a la policía a ver qué piensan.

Esto iba totalmente en contra de las indicaciones de su equipo de campaña. Un enfrentamiento con la policía era lo último que necesitaba.

—Vamos, lleguemos a un acuerdo. No te voy a pagar 400 mil, pero te tengo dos propuestas muy puntuales: te pago el helado en 500 pesos y estamos a mano; o me encargo de que se arregle tu máquina para que puedas servir helado de chocolate y vainilla combinados.

—Dame 700 y tenemos un trato —sugirió el heladero.

Canaya se fue sacando fuego por las orejas por tal timo, mas estaba tranquilo porque al menos no había provocado un escándalo.

—Papi, ¿tienes naves espaciales? —preguntó la pequeña con la cara llena de helado.

—No hija, el heladero también es del RIP. Dice mentiras.

—No me cae bien el RIP.

—A mí tampoco, princesa. A mí tampoco.

Richie abrió la puerta de la casa, la pequeña subió corriendo a su cuarto mientras él recogía la correspondencia. Entre sus recibos de internet, cable, teléfono, luz y sus 36 tarjetas de crédito, un sobre con un sello colorido llamó su atención. En letras grandes decía «LEER DE INMEDIATO».

Se acomodó los lentes, sacó la carta con manos temblorosas y su quijada casi llegó al piso tras leerla:

«Canaya, estás en riesgo y vas a morir hoy mismo. Solo hay una manera de evitarlo y es huyendo. Se reservó un avión para que salgas del país lo más pronto posible. El piloto te esperará en el hangar presidencial a las 7 pm, en punto. Ni se te ocurra desafiar estas indicaciones».


Lee las primeras tres partes de estas crónicas electorales y ayúdame a desenmascarar al asesino de Manolo Lópes. ¿Habrá sido Toño Milk, el Potro o Richie Canaya?