17 Feb Un Pequeño Gran Detalle (Lo que Aprendí del Super Bowl LII)
Los Philadelphia Eagles son campeones del Super Bowl, y casi 2 semanas después, sigo sin creerlo.
Mi equipo favorito, ése del que he visto absolutamente todos sus partidos en los últimos 13-14 años; ése que ha logrado moldear mis domingos (y a veces lunes o jueves) de acuerdo a su conveniencia de horario; aquél que me ha quitado infinidad de uñas y tiene una extraña capacidad para alegrarme o amargarme por un par de horas tras el silbatazo final. Así es, esas Águilas vestidas de verde, después de 57 años, al fin son campeonas de la NFL.
Fue un 4 de febrero mágico. Durante poco más de tres horas, estuve gritando de alegría, lamentándome de tristeza y temblando de nervios. Pero cuando el último pase de Tom Brady cayó incompleto, se me fue la voz y salió un llanto incontenible. Abracé a la primera persona que encontré (quien afortunadamente era mi mejor amigo para evitar la pena) y dejé que todas las emociones salieran en forma de lágrimas.
Quien me conoce sabe que no es raro verme llorar y no me avergüenzo de ello, mas francamente nunca imaginé que así sería tras la victoria. Y una vez que pasó el éxtasis, lo cierto es que no me sentía en absoluto orgulloso de mi ridícula reacción, ¿cómo era posible que el éxito de un puñado de desconocidos – que ejercen una profesión completamente intrascendente para el mundo – pudiera conmoverme de tal forma?
Al poco me di cuenta que más aficionados Eagles por todo el mapa tuvieron reacciones similares y es entonces cuando cambió mi percepción. Creo que no tiene nada de malo permitirnos disfrutar de los pequeños detalles de la vida. Si podemos gozar con tal efusión algo tan sencillo, solo hay que trasladar la misma pasión a las cosas grandes. Y al final, ¿qué son las cosas grandes sino un montón de pequeños detalles?
Y de este pequeño detalle llamado Super Bowl, saqué dos valiosas lecciones que el equipo de mis amores me dejó:
1. Tu pasión es contagiosa sin importar qué tan “irrelevante” sea lo que hagas
Si un simple juego tiene el poder de conmover a tantas personas e inspirarlas a lograr sus propias metas, quizá sea un juego con más relevancia de la que yo pensaba. Si un montón de jugadores ajenos a mí pudieron inspirarme con su pasión por lo que hacen, todos tenemos la capacidad de hacer lo mismo con la gente que nos rodea.
Es por ello que estoy agradecido por genuinamente sentir y emocionarme de tal forma incluso frente a una pantalla. Creo que uno nunca debería contener sus emociones, porque casi siempre hay alguien observando lo que haces, y si ese alguien se contagia por tu entusiasmo al hacerlo, se ha cumplido el objetivo.
2. Los verdaderos cambios se hacen en equipo
“Un individuo puede hacer la diferencia, pero solo un equipo hace milagros” fueron las palabras del entrenador Pederson en el vestidor. No sé si él haya inventado esta frase o se la haya robado a algún filósofo, lo que sí sé es que sus jugadores la ejemplificaron al pie de la letra.
Esta versión de los Eagles conectó con sus fanáticos de una forma que jamás había visto en mis años de afición deportiva. Se convirtieron en un conjunto ejemplar que tuvo la capacidad de sobreponerse a un sinfín de adversidades y demostrar que no hay un individuo que pueda contra un equipo unido.
Y este equipo estuvo conformado por excelentes seres humanos. Pese a que no conozco personalmente a ninguno de ellos, sí sé que Jenkins invierte infinidad de horas trabajando por una sociedad más justa; que Long donó su salario entero a una fundación educativa; sí escuché el discurso de Foles que nos recordó lo natural que es fracasar en una sociedad adicta al éxito exhibido en redes sociales; sí leí cómo Wentz le dio una alegría inmensa a un niño con cáncer en sus últimos días o cómo transformó la dinámica de un vestidor necesitado de fe; supe que Brooks superó su problema de ansiedad gracias al football americano; que Kelce y Jeffery dedicaron la temporada a sus seres queridos ya fallecidos; Clement nos enseñó el poder de la ley de la atracción; Lane no volvió a consumir sustancias ilegales para no defraudar a sus compañeros; Peters y Celek descubrieron que la edad no es más que un número; y Graham probó que al final del camino siempre hay cosas buenas para quien no se cansa de intentarlo.
En fin, este equipo más allá de ser bastante bueno en la cancha, es extraordinario fuera de ella. Y a todos los que seguimos de cerca a estos jugadores, nos mandaron el mensaje correcto cuando levantaron el trofeo Lombardi: A la gente buena le pasan cosas buenas; a los equipos buenos, milagros.
Gracias. ¡Fly Eagles Fly!
Toneladas de esa pasión están volcadas en casi 300 páginas de mi libro El Sueño de Unos. Léelo y espero transmitirte al menos un poco de ella.
Foto principal por Kenny Viral News