24 Feb Inspiración en Óleo
Los vívidos colores del árbol me atrajeron casi en contra de mi voluntad, era el verde natural más brillante; las raíces del tronco carecían de textura pero gozaban de intensidad; y esa manzana carmesí radiante habría tentado a la misma serpiente del Génesis. Estiré mi brazo para cortar el fruto y mi mano se tiñó de rojo.
Una gota negra se escurrió por mi rostro, alcé la mirada y detecté algo muy peculiar en esas nubes perfectas: el cielo era un magistral óleo bidimensional. Una gota dio paso a decenas, centenas, miles, y eso era ya una turbulenta tormenta de tinta. La lluvia negra se acumulaba en las calles, el sistema de drenaje carecía de profundidad; los niveles subieron sin control y la corriente me arrastró cuesta abajo. Fui a dar a una fosa donde la tinta se acumulaba a gran velocidad; actué de inmediato, escalé un par de metros mas resbalé de vuelta al pozo oscuro, grité por ayuda y nadie respondió en la desierta ciudad que ya cedía al negro su colorido. No había escapatoria, ya estaba cubierto hasta el pecho y un trepidante trueno anunció que el aluvión no se detendría, o aprendía a nadar en ese tintero gigante o moriría.
Tomé una bocanada de aire y me sumergí en ella, me llené de alegría y emoción. Mi mente se iluminó y la creatividad regresó; nunca sentí más paz y tranquilidad. Ahora mi más grande problema era mi necesidad por salir a respirar.
Un remolino a mis pies limpió por completo la ciudad, era una tina vaciándose al levantar el tapón. Aunque deseaba drenarme junto a la tinta mi cuerpo no cabía en el agujero de desagüe. Se fue y me abandonó chorreando en negro, me sentí vacío. Tomé un libro y leí con la esperanza de que regresara, sabía que el óleo celeste se matizaría en gris pronto.